Poetisa Josefina Pla
Josefina Pla nació en Fuerteventura en 1909.
Poeta, dramaturga, narradora, ensayista, ceramista, crítica de arte y periodista.
Aunque española de nacimiento, su nombre y su obra estántotalmente identificados con la cultura paraguaya de este siglo. Radicada en Asunción desde 1927, Josefina Pla ha dedicado toda su vida a labores artísticas del Paraguay y ha contribuido enormemente a su desarrollo cultural.
Ha incursionado con éxito en todos los géneros y colabora de manera regular en innumerables publicaciones locales y extranjeras.
Poesías de Josefina Pla
Sueños |
Sueño que fuiste impulso de mi latido, y alas en mi anhelar: Te mata la vida que nutriste, como la flor el fruto nacido de sus galas. Afán que me hechizaste de tan triste, pensamiento clavado en mis frágiles pulsos; estilete sutil: a esa punta que hincaste pereces, traspasado. Loco sueño disuelto en mi sangre febril: ¡esa sangre te ahoga! ...Morir te miro, ensueño que fue yo toda -como fue tronco toda hoguera, y charco toda nube- en un trasvasamiento imperceptible, blando, como un deshojamiento de rosa, en un temblor de atravesada mariposa. Morir te miro, ensueño, como el árbol mirara arder el vicio leño cortado de su rama, o pudrirse la hoja de cuyo muerto libre saldrá la yema roja. Morir te miro, ensueño, y tu postrer tristeza es ya casi alegría, ¡y tu último suspiro es ya casi esperanza! ...Hoja muerta, que vuelves a la tierra madura: ¿en qué capullo nuevo, húmedo de ternura, renacerás mañana, ensueño en agonía...? Fuimos, en sueños compañeros Fuimos, en sueños, compañeros: la vigilia no nos unió. ¡Sólo en los sueños traicioneros su pie a mi paso se ajustó! Labios gemelos en el ansia: ¡no unisteis nunca vuestro ardor! Pupilas, astros de constancia: ¡nunca rimasteis un fulgor! Jamás la diestras se estrecharon; los labios sedientos no hablaron; pero el juramento existió. Nunca las bocas se besaron; ¡de los besos que no quemaron, brasa fue el doble corazón! |
Soy |
Carne transida, opaco ventanal de tristeza, agua que huye del cielo en perpetuo temblor; vaso que no ha sabido colmarse de pureza ni abrirse ancho a los negros raudales del horror. ¡Ojos que no sirvieron para mirar la muerte, boca que no ha rendido su gran beso de amor! Manos como dos alas heridas: ¡diestra inerte que no consigue alzarse a zona de fulgor! Planta errátil e incierta, cobarde ante el abrojo, reacia al duro viaje, esquiva al culto fiel; ¡rodillas que el placer no hincó ante su altar rojo, mas que el remordimiento no ha logrado vencer! Garganta temerosa del entrañable grito que desnuda la carne del último dolor: ¡lengua que es como piedra al dulzor infinito de la verdad postrera dormida en la pasión! Haz de inútiles rosas, agostándose en sombra, pozo oculto que nunca abrevó una gran sed; prado que no ha podido amansarse en alfombra, ¡pedazo de la muerte, que no se sabe ver! |
Desnudo Día |
En el paisaje nuevo En el paisaje nuevo en que estarás conmigo reposará la tarde como una flor caída. Nos habremos deseado tanto, que el beso habrá muerto. Yo lo veré en tus ojos, maduros de otra sombra. Ojos de un valle ausente. Ojos con otra luna Entre los dos corazones llorará tu voz antigua. ...Una tarde peinada con una raya oscura. Tú tendrás la mitad más dulce de la vida. Las camelias de tu boca morirán en otro tiempo. ...Y aquella tarde mía, ya no será la tuya. |
Tan Solo |
...Tan sólo una mirada, una pupila sólo para todas las cosas. Para la aurora y el ocaso, para el amor y el odio, para el amante y el verdugo, la paloma y la víbora, la estrella y la luciérnaga. Solamente unas manos para el cáliz y el látigo, para la rosa y para el cacto. Solamente unas manos para la arena y el rocío, para mecer la cuna, y acariciar la sien del esperado, y abrir el último agujero. Una boca tan sólo para el beso y el grito y para la oración y la blasfemia. Para el suspiro y la mentira, para el perdón y la condena. Y tan sólo una sangre para escuchar el tiempo, para regar los sueños, para comprar la herida y la agonía, y destilar las lágrimas. Ah, tan sólo una sangre una boca, unas manos, una mirada solo. |
Trópico |
Amargas lunas mates de estero hechizan, muertas, noches de frutos altos y de tácitos vuelos. Ríos de cocodrilos y de tortugas lentas descaman las estrellas de un calcinado cielo. En urgencia arterial, por roja tierra tibia discurre el agua madre de las inundaciones, mientras corolas túrgidas como sexos encienden la lámpara votiva de las insolaciones. Carnívoros estambres, piedras que encierran astros; troncos que se hacen nudo mortal bajo agua quieta; peces de aguda voz, aves de mudos rastros. La Cruz del Sur, guardiana de sus misterios, arde, cual cifrando en su acorde de siderales neones la música del mundo en su primera tarde. |
El Soneto de tu Voz |
Blanda en mi entraña, como tibia lluvia, beso aplastado corazón a vena; tiembla en mis ojos, como sol en río tañe en mis pulsos dolorida plata. Pincel que te dibuja estremecida rama en el agua azul de mis anhelos pasa por mí, y se lleva mi dulzura como un rayo de luz que fuese abeja. Ave a quien le nací con viento y nido, su ala sabe el curso de mi arroyo, y en el ángulo agudo de su vuelo -punta de corazón hiriendo en flecha- una gota de sangre nueva siempre recarmina las rosas del deseo. |
Amanecer |
La mañana irisada, como fino cristal se curvó sobre el ancho campo reverdeciente. A la abismal succión del azul transparente, agrietase la carne de un ansia germinal. Y a la blondez purísima de su desnudez tierna, la mísera corteza se nos cuartea en congoja, y un sollozo nos sube desde la honda cisterna en sombra donde el párpado su penitencia moja. El dolor de las alas imposibles nos curva más bajo el cansancio irredimible que se adhiere a la carne dolorosa: y en la punta de una hoja, radiante y temblorosa, la gota de rocío nos finge aquella lágrima inefable en que, por fin, pudiera el alma miserable volcar la última gota amarga del hastío. |
Déjame Ser |
Deja llevarme mi última aventura. Déjame ser mi propio testimonio, y dar fe de mi propia desmemoria. Déjame diseñar mi último rostro, apretar en mi oído los pasos de la lluvia borrándome el adiós definitivo. Déjame naufragar asida a un paisaje, una nube, al vuelo humilde de un gorrión, a un brote renaciente, o siquiera al relámpago que abra en dos mi último cielo. Sujétame los brazos. engrilla mis tobillos, empareda mis párpados. Pero tatuada una flor en la pupila, crucificada un alba debajo de la frente, acurrucado un beso en la raíz de la lengua, déjame ser mi propio testimonio. |
Concepción |
Me tendrás a tu lado. Me besarás. Y luego, como al moreno cántaro que espera al fin del surco, a mi sumiso cuerpo se alargarán tus brazos. Se saciará tu sed: la exigua sed de un hombre. De mi lecho después, en largas madrugadas hacer creerás el blanco camino del olvido. Y sin embargo, ciego piloto de mi entraña, conmigo habrás llegado por una noche sola, a la encantada playa donde no está tu muerte. Por el nocturno río caliente de mi sangre irán tus ojos lejos, para jamás volverse, tu voz prenderá en roca para perennes ecos. Tú no lo sabes, hombre, tú no lo piensas, ciego. Esta noche mi cuerpo será, ¡oh antiguo nauta! el puerto de que zarpen las naves de otra aurora. |
En Tus Manos |
De las más hondas raíces se me alargan tus manos, y ascienden por mis venas como cegadas lunas a desangrar mis sienes hacia el blancor postrero y tejer en mis ojos su ramazón desnuda. En mi carne de estío, como en hamaca lenta, ellas la adolescente de tu placer columpian. -Tus manos, que no son. Mis años, que ya han sido. Y un sueño de rodillas tras la palabra muda-. ...Dedos sabios de ritmo, unánimes de gracia. Cantaban silenciosos la gloria de la curva: cadera de mujer o contorno de vaso. Diez espinas de beso que arañan mi garganta, untadas de agonía las diez pálidas uñas, yo los llevo en el pecho como ramos de llanto |